«Carpe diem»

«Carpe diem»

La pared vertical por la que escalaba tenía muchos metros, y ya casi había llegado a la cima. De pronto, la cuerda que la sostenía se rompió. Un grito ahogado gimió en su interior, y miles de recuerdos se fundieron en ese instante. Pero la fuerza de la gravedad no actuó como era normal, y comenzó a ascender a una velocidad vertiginosa. Sintió como un torbellino a su alrededor, y cuando estaba a punto de perder la consciencia, un fuerte impacto la hizo despertar al presente: se había zambullido en una nube enorme. Comenzó a bracear como si estuviera bajo el agua, intentando sacar la cabeza fuera de ese algodón blanco. Apenas podía respirar. El frío se colaba por todas partes, y las ráfagas de viento la empujaban hacia lo más profundo.

Tras un gran esfuerzo, sacó la cabeza a flote. Inspiró un aire sin perfume, delicioso en su naturaleza salvaje, y comenzó a notarse mejor. Desde ahí veía pasado, presente y futuro en todo su esplendor, entremezclándose como si fuera un cóctel de sensaciones. No hacía falta el recuerdo; allí estaba. No necesitaba planear el día de mañana; estaba ya todo organizado. Tan sólo era necesario respirar, libre, pausadamente, y dejarse sentir.

“¿Habré muerto?”, se preguntó. Pero al tocar su cuerpo notaba sus manos como siempre. Podía mover sus extremidades sin dificultad, e incluso hablar al silencio. No tenía heridas, no se encontraba mal. Pero aquel lugar era inusual y desconocido. Realmente no sabía qué le había pasado ni dónde estaba.

Entonces terminó de tomar su café, saboreando cada espacio de su tranquilidad. Aquel iba a ser un gran día.

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